2. En busca de guía

Como madre primeriza, en aquel momento, no fue fácil encontrar un doctor que quisiera entrar en relación conmigo para acompañar mi embarazo y parto. Creo que el sistema de salud tampoco ayuda pues estipula unos tiempos estrictos de atención que no permiten que en una relación paciente-terapeuta se pueda desplegar aquel espacio de no-tiempo de la cercanía entre dos seres humanos. Trayendo la voz de un artículo de la Revista de Ginecología y Obstericia de México, publicado en el 2009, titulado: “Bases emocionales de los trastornos procreativos en la vida de la mujer” comenta que:

“[…] quizá, gran parte de las dificultades que tiene el médico para ver al ser humano como totalidad, derivan de la circunstancia de que al estudiante se le enseña, muy antes de una persona, la presencia de un cadáver en cuya relación los afectos, las emociones, el ambiente que rodea al ser humano, etc. no se toman en cuenta. Esto, como es lógico, trae consigo en la mentalidad del estudiante y del futuro médico, cualesquiera que sea su especialidad, una manera de enfrentarse al problema que los psiquiatras designamos como «técnica de aislamiento». Entonces, es así como en función de esta técnica, ulteriormente el médico aprenderá a reprimir sus emociones, sus sensaciones, sus intereses y su «ser humanidad» enfrente de la «propia humanidad» del paciente.” Santiago Ramirez.

¡¡¡Durante el primer trimestre estuvimos con mi esposo en la tarea de conseguir un ginecólogo-obstetra que me acompañara –entiéndase se bien “acompañara- en mi proceso, ya que el ginecólogo de turno me había dado unos cuantos sermones acerca del control sobre mi cuerpo, de los métodos anticonceptivos, una charla más salida de cartillas, protocolos y procedimientos que poco invitan a la curiosidad y expectativas del momento!!! Esa distancia y falta de conexión hizo que buscara otro especialista por recomendaciones de la familia. Así que con mi esposo agendamos la cita con el obstetra más recomendado en mi ciudad… bueno, en ciertos círculos y gracias a la posibilidad que daba la salud prepagada de escoger el médico. Así llegué donde este renombrado doctor, estudiado en el exterior, y me hizo tres preguntas antes de darme su veredicto. ¿Cuál es tu nombre? (Parece que la secretaria no le había dado esa información), ¿Cuántos años tienes? (35) y ¿ Es tu primer embarazo? (Si). Él, muy atento, anotó (¿TODO?) en su computador y una vez terminada esta entrevista tan estructurada y completa nos dijo: “Hay que ir escogiendo la fecha de la cesárea”. CESAREA! ¿¿Oía bien?? Yo me quedé por un momento impávida y luego pregunté ¿Dr. Porqué cesárea? Y el muy tranquilo respondió “Es que es un embarazo de alto riesgo”. ¿¿ALTO RIESGO??. Y que además el papá era grande y yo era chiquita. No preguntamos nada más. Nos mandó una ecografía. Agradecimos, salimos de ahí y nunca más volvimos. Me puse en la tarea de buscar otro médico que fuera pro parto natural y menos mal di con una compañera de trabajo que había tenido a su bebé a la misma edad mía y por parto natural. Ella me dio el nombre de su médico y así me puse en contacto con él. Muy atento también el Dr. y, al igual que el anterior, me hizo la entrevista usual con el computador en medio de los dos. Cuando le pregunté por qué el otro médico me había sugerido en mi primera cita la cesárea, éste me comentó que en el servicio de salud prepagada el 80, sino el 90% de las mujeres solicitan una cesárea. Yo no dije nada, simplemente lo escuchaba, pero luego insistí en el por qué la justificación del anterior médico habría sido la edad ¿?.. Ya estaba la sembrada esa semillita de duda…., y éste respondió que tal vez se había apresurado en su concepto pues había que tener también en cuenta la forma de vida de la mujer, si hacía deporte, cómo se alimentaba, para acercarse a plantear la necesidad de una cesárea. ¡¡Así que sus palabras me tranquilizaron porque en esas categorías yo si estaba… más allá de solamente ser una mujer mayor de 30 años y chiquita!! ¡¡¿¿Duro no??!! ¡¡Pensar que se llega una edad en la que empiezan a existir sentencias sobre tus futuras experiencias sin darle lugar al otro de aparecer con su dinámica de vida…!! Ahora que lo pienso, me da rabia no haberlo confrontado en ese momento… pero qué iba a saber yo sobre el tema; era mi primer embarazo y a pesar de saber que quería una experiencia natural… siempre está uno con la inquietud de no saber si todo va a salir bien y de querer que sea otra persona la que le ofrezca seguridad. Así, que para ese momento mi carácter rebelde me sirvió para salir huyendo de allí en la búsqueda de otro profesional.

Según el médico Cristian Javier Hernández-Espinoza (2019) “la cesárea es un procedimiento quirúrgico que contribuye a mejorar la morbimortalidad en mujeres con embarazos de alto riesgo que requieren dicha intervención […] Se estima que la proporción de embarazos que necesita cesárea por motivos médicos es solo del 10-15%, pero, para el año 2018 en el 60% de 169 países estudiados por la OMS y Unicef se encuentran cifras mayores a esta. En ese mismo año Latinoamérica se consolidó como la región con mayor proporción de cesáreas con 44,3% de los nacimientos, siendo República Dominicana el país líder, no sólo latinoamericano, sino también mundial con 58,1%; Brasil el país líder sudamericano con 55,5%, y Colombia el cuarto país en Sudamérica con 45,9% de porcentaje de nacidos vivos por cesárea.” (p. 10)

Este dato sobre la realidad de los partos en un momento como el de entonces (2010) y en un país como el nuestro lo que parece hacer es construir una realidad sobre la forma de parir. Y yo que busca otra opción distinta parecía como el bicho raro que no concuerda con el grupo. Claro, me refiero al grupo social que tiene la opción de escoger el parto y no el que le impone la institución de salud. Menos mal que hemos ido avanzando en Colombia en relación al derecho por el parto humanizado. Pero ese es otro tema que podremos conversar en otra ocasión. Los invito a seguir la historia en el siguiente capítulo.

Referencias
– Ramírez, Santiago. Bases emocionales de los trastornos procreativos en la vida de la mujer. Revista de Ginecología y Obstericia de México. 2009; 77(1):34–41.
– Hernández-Espinosa C. La epidemia de cesáreas como limitante del
parto humanizado. MÉD.UIS.2019;32(1):9-12. doi: 10.18273/revmed.v32n1-2019001

1. La Noticia

“No es poca cosa sentir en nuestro cuerpo la presencia de un cuerpo extraño. Deseado, amado, soñado, pero sin embargo extraño. Para habitar este cuerpo de dos hay que tomar conciencia de la profundidad que existe tras la fachada. Para sentirse más estable, menos vulnerable, hay que reunir el ser entero. Para estar disponible a la vida de ese otro minúsculo, hay que estar disponible a las propias sensaciones.”

Brung, Bertherat y Bertherat, (1990)

Con el consentimiento del cuerpo- Diario de una mujer embarazada

Me gustaría comenzar contándoles que soy de la generación que fue criada con la idea de ser profesional, ante todo, es decir, con la creencia de que hacer una carrera universitaria era un camino para salir adelante. Estudié, además, en una universidad pública que exacerbó mi racionalidad y mi deseo de formación, empujándome a continuar el camino con un postgrado en el exterior. En ese entonces, el ser esposa o madre no era ciertamente un plan a seguir. Recuerdo de niña haber jugado a ser mamá y hasta fotos tengo con cochecito paseando al bebé. Fui además hermana mayor y también recuerdo haber jugado a bañar y cuidar mi hermana menor (con 4 años de diferencia). Sin embargo, ni en mi adolescencia ni en mi temprana juventud recuerdo haber tenido como ilusión el casarme o ser mamá, tampoco recuerdo que hayan sido metas muy valoradas y deseadas por mis padres en esta época. Se me vienen frases que alentaban más una perspectiva de independencia económica a partir de la propia profesión: “no se puede depender de un hombre para vivir, mire lo que le paso a fulanita… es mejor estudiar para “ser” alguien en la vida, estudiar para “salir adelante”…. Pensar en novio o casarse mejor cuando haya hecho su posgrado.

Así, en este largo camino el tiempo pasó, el estudio que había sido prioridad fue superado y la idea de la maternidad pasó de ser negada y temida a añorada y deseada; claro después de un largo proceso que no compete ahora contar, pero del que puedo decir me permitió un encuentro amoroso (no batallado) y “femenino” (tierno) con un hombre. Pienso que fue este encuentro el que permitió que aflorara en mí el deseo de ser mamá, y no como una reivindicación del poder y responsabilidad de ser mujer frente al del hombre. (Bueno, creo que a veces caigo en esta dinámica de lucha…) El caso fue que con mi pareja decidimos “encargar” y la vida nos respondió con su infinita bondad. Claro que esta bondad para una mujer que se esforzó por construir cierta rudeza frente a la vida, no es tan fácil de asimilar… así que después de hacerme todos los exámenes que rectificaran y evidenciaran la revolución que acontecía en mi interior, fui presa del
pánico…. y no fui capaz de contar a nadie la noticia, ni a mi madre, ni siquiera a mis hermanas.

Para algunos autores de la literatura académica la psicología de la mujer en embarazo puede ser conceptualizada de manera paralela con el modelo médico trimestral. En el primer trimestre la madre al igual que el padre, deben aceptar la realidad del embarazo. A partir del momento que la concepción es confirmada, la mujer embarazada es madre;; esta modificación fisiológica va llevar tanto a la mujer como al padre y su entorno, a reorganizaciones psíquicas irreversibles, especialmente en la cultura actual en la cual <<la madre debe brindarle a su futuro bebé los mejores cuidados, a mostrarse feliz y orgullosa de estar embarazada>>. Todo esto no le permite a las mujeres expresar ningún tipo de sufrimiento. La mujer vivencia modificaciones corporales y diferentes síntomas debidos a factores hormonales y emocionales. Para Brazelton y Cramer (1993), el primer trimestre consiste en la aceptación de la noticia del embarazo por parte de la pareja, ya que dejará de ser una relación de “uno a uno” para convertirse en una trinidad.

A mi pareja le pedí que se guardara la noticia hasta que me sintiera cómoda para compartirla, él no estuvo muy contento al respecto… no sé cómo se las arregló para contener su emoción. Pasado un tiempo, no prudencial, no hubo escapatoria y la familia se enteró. Yo no estaba muy contenta por la atención que generaba (no he podido nunca ser centro de atención, eso se lo dejaba a mi hermana menor), trataba de proseguir con mi vida común y corriente. Sin embargo, todas las dudas frente a mi competencia como futura madre surgían de una mente racional embalada por los conocimientos sobre el desarrollo humano que había adquirido durante mis estudios de psicología…. El caso fue que esos primeros meses fueron difíciles, por el proceso de asumir ese deseo hecho realidad… que se manifestó físicamente: muchos mareos (el vaivén de las dudas, ¿tal vez?) y alguno que otro vómito mañanero (¿la dificultad de integrar la noticia?) …. Pero lo que tal vez fue más diciente en este trimestre fue la sensación constante de un sabor amargo en la boca (¿el sinsabor de no estar suficientemente preparada para ser madres?) y la imposibilidad de soportar cualquier olor a comida cocinándose a pesar de que mi apetito iba en aumento.

Mi inicio en la maternidad estuvo lleno de incertidumbre, de sensaciones físicas y temor frente a la tarea que me esperaba.

Referencias
– Brazelton, T. y Cramer, B. (1993). La relación mas temprana. Barcelona: Paidós Iberica.
– Brung, O., Bertherat, T. & Bertherat, M. (1990). Con el consentimiento del cuerpo. Argentina: Paidós.