“No es poca cosa sentir en nuestro cuerpo la presencia de un cuerpo extraño. Deseado, amado, soñado, pero sin embargo extraño. Para habitar este cuerpo de dos hay que tomar conciencia de la profundidad que existe tras la fachada. Para sentirse más estable, menos vulnerable, hay que reunir el ser entero. Para estar disponible a la vida de ese otro minúsculo, hay que estar disponible a las propias sensaciones.”

Brung, Bertherat y Bertherat, (1990)

Con el consentimiento del cuerpo- Diario de una mujer embarazada

Me gustaría comenzar contándoles que soy de la generación que fue criada con la idea de ser profesional, ante todo, es decir, con la creencia de que hacer una carrera universitaria era un camino para salir adelante. Estudié, además, en una universidad pública que exacerbó mi racionalidad y mi deseo de formación, empujándome a continuar el camino con un postgrado en el exterior. En ese entonces, el ser esposa o madre no era ciertamente un plan a seguir. Recuerdo de niña haber jugado a ser mamá y hasta fotos tengo con cochecito paseando al bebé. Fui además hermana mayor y también recuerdo haber jugado a bañar y cuidar mi hermana menor (con 4 años de diferencia). Sin embargo, ni en mi adolescencia ni en mi temprana juventud recuerdo haber tenido como ilusión el casarme o ser mamá, tampoco recuerdo que hayan sido metas muy valoradas y deseadas por mis padres en esta época. Se me vienen frases que alentaban más una perspectiva de independencia económica a partir de la propia profesión: “no se puede depender de un hombre para vivir, mire lo que le paso a fulanita… es mejor estudiar para “ser” alguien en la vida, estudiar para “salir adelante”…. Pensar en novio o casarse mejor cuando haya hecho su posgrado.

Así, en este largo camino el tiempo pasó, el estudio que había sido prioridad fue superado y la idea de la maternidad pasó de ser negada y temida a añorada y deseada; claro después de un largo proceso que no compete ahora contar, pero del que puedo decir me permitió un encuentro amoroso (no batallado) y “femenino” (tierno) con un hombre. Pienso que fue este encuentro el que permitió que aflorara en mí el deseo de ser mamá, y no como una reivindicación del poder y responsabilidad de ser mujer frente al del hombre. (Bueno, creo que a veces caigo en esta dinámica de lucha…) El caso fue que con mi pareja decidimos “encargar” y la vida nos respondió con su infinita bondad. Claro que esta bondad para una mujer que se esforzó por construir cierta rudeza frente a la vida, no es tan fácil de asimilar… así que después de hacerme todos los exámenes que rectificaran y evidenciaran la revolución que acontecía en mi interior, fui presa del
pánico…. y no fui capaz de contar a nadie la noticia, ni a mi madre, ni siquiera a mis hermanas.

Para algunos autores de la literatura académica la psicología de la mujer en embarazo puede ser conceptualizada de manera paralela con el modelo médico trimestral. En el primer trimestre la madre al igual que el padre, deben aceptar la realidad del embarazo. A partir del momento que la concepción es confirmada, la mujer embarazada es madre;; esta modificación fisiológica va llevar tanto a la mujer como al padre y su entorno, a reorganizaciones psíquicas irreversibles, especialmente en la cultura actual en la cual <<la madre debe brindarle a su futuro bebé los mejores cuidados, a mostrarse feliz y orgullosa de estar embarazada>>. Todo esto no le permite a las mujeres expresar ningún tipo de sufrimiento. La mujer vivencia modificaciones corporales y diferentes síntomas debidos a factores hormonales y emocionales. Para Brazelton y Cramer (1993), el primer trimestre consiste en la aceptación de la noticia del embarazo por parte de la pareja, ya que dejará de ser una relación de “uno a uno” para convertirse en una trinidad.

A mi pareja le pedí que se guardara la noticia hasta que me sintiera cómoda para compartirla, él no estuvo muy contento al respecto… no sé cómo se las arregló para contener su emoción. Pasado un tiempo, no prudencial, no hubo escapatoria y la familia se enteró. Yo no estaba muy contenta por la atención que generaba (no he podido nunca ser centro de atención, eso se lo dejaba a mi hermana menor), trataba de proseguir con mi vida común y corriente. Sin embargo, todas las dudas frente a mi competencia como futura madre surgían de una mente racional embalada por los conocimientos sobre el desarrollo humano que había adquirido durante mis estudios de psicología…. El caso fue que esos primeros meses fueron difíciles, por el proceso de asumir ese deseo hecho realidad… que se manifestó físicamente: muchos mareos (el vaivén de las dudas, ¿tal vez?) y alguno que otro vómito mañanero (¿la dificultad de integrar la noticia?) …. Pero lo que tal vez fue más diciente en este trimestre fue la sensación constante de un sabor amargo en la boca (¿el sinsabor de no estar suficientemente preparada para ser madres?) y la imposibilidad de soportar cualquier olor a comida cocinándose a pesar de que mi apetito iba en aumento.

Mi inicio en la maternidad estuvo lleno de incertidumbre, de sensaciones físicas y temor frente a la tarea que me esperaba.

Referencias
– Brazelton, T. y Cramer, B. (1993). La relación mas temprana. Barcelona: Paidós Iberica.
– Brung, O., Bertherat, T. & Bertherat, M. (1990). Con el consentimiento del cuerpo. Argentina: Paidós.