4. Mi Primer Parto. Una Experiencia Empoderante.

4. Mi Primer Parto, Una Experiencia Empoderante (Podcast)

por Luz Adriana

Quisiera iniciar este capítulo con un testimonio inspirador de lo que le sucede a una mujer al parir. Barbara, el nombre de la mujer dice así:

“Supongo que lo más importante que descubrí fue que tu actitud y cómo abordas tú el dar a luz o nacimiento es de suma importancia. En otras palabras, es importante afrontar cada parto como un toro, con toda la fuerza, sin miedo ni titubeos, con la actitud de que puedes y no te vas a contener. Esta es tu oportunidad de recordar tu poder como mujer, las inhibiciones no están permitidas. Esas contracciones son una carga de energía, y cada una acerca al bebé al nacimiento. Tu bebé siente tu fuerza y ​​también tus miedos. Las parteras me ayudaron mucho con esto y me recordaron mi fuerza.”

Este es el testimonio es recogido en el libro titulado Guía para dar a Luz de Ina May (Gaskin, Ina May, 2003, p. 28)

Continúo ahora con el relato de mi experiencia que gracias al acompañamiento que tuve con Piedad, mi Doula, me permitió poner en diálogo muchas de las vivencias e inquietudes que estaba teniendo durante la gestación; cosa que nunca sucedió en las consultas con el gineco-obstetra quien, haciendo el trabajo que demandan los protocolos de salud, sólo se limitaba a hacer las mismas preguntas en cada control y a anotar mis respuestas en el sistema. Es decir, lo que era esperable para la institución de salud de la labor de un obstetra, sin embargo, yo esperaba una mayor interacción, tal vez una posibilidad de compartir mi vivencia…. De hecho, recuerdo haber llegado un día con el libro de Bertherat con ganas de dialogar con él, esperando una mirada, un espacio de contacto visual que me permitiera romper el protocolo de las citas de seguimiento, para adentrarnos en una conversación espontánea sobre la vivencia del embarazo. Nunca sucedió y debí renunciar a esta idea.

La lectura de este libro y los encuentros con mi doula, realmente fueron los acompañantes para el diálogo sobre mi experiencia de gestación y la preparación para la experiencia del parto.

Llegando a la semana 39 me encontré con la advertencia del médico obstetra que me dijo que: “si no dilataba para el día en que comenzaba la semana 40, tendría que inducir la dilatación con medicamento”. Una declaración como esta que postula una posición de poder sobre un acontecimiento que sucede en mi interior, supondría, digo yo, al menos una conversación sobre cómo me siento, cómo me está yendo en el embarazo… al menos, una consideración de que yo como otro que experimenta el embarazo tengo algo que decir, y no sólo consentir, sino expresar sobre lo que sentía frente a su solicitud. Así que, sin pensarlo dos veces, decidí adelantarme a su imposición sobre mi cuerpo, investigando y posteriormente organizando un baño de tina con hojas de brevo, que según supe por la sabiduría popular, son para promover la dilatación de manera natural. Mi intención era poder lograr un espacio de intimidad en el que me pudiera disponer con mi hijo y asumir el dictamen del médico de manera que pudiera proteger, hasta cierto punto, la invasión externa y al mismo tiempo, no generar una confrontación con la persona que iba a ayudarme a parir. .. Así que la noche anterior al parto, en una tina con agua tibia, a la luz de las velas y en compañía de la virgen María, como representación de la maternidad, me sumergí y hablé con mi hijo sobre lo que venía. Fue un bonito momento que recuerdo y que surtió efecto, pues para la madrugada de ese día, las contracciones comenzaron a suceder. Estuve 4 horas con mi esposo haciendo los ejercicios que había practicado durante las sesiones de acompañamiento con la Doula: respiración, yoga, movimientos pélvicos sobre la pelota y con el reboso… Y, como buena primeriza, logré aguantar hasta los 4 cm de dilatación con los que llegué a la clínica (se supone que debería haber llegado a los 8 cm, pero como la experiencia del dolor es nueva para uno, no hay cómo suponer que ya se tiene la dilatación precisa).

Al llegar a la clínica lo primero que le piden a uno es un monitoreo del corazón del bebé, para lo cuál me pidieron acostarme, cuando en ese momento lo que a mí me provocaba era caminar o estar de pie … acostarme era doloroso e incómodo … pero como era el protocolo debía ceñirme a él. Una vez, terminé el monitoreo me puse a caminar entre contracción y contracción, y al rato se me informó que llamarían al anestesiólogo para que me pusiera la epidural (anestesia), siguiente paso del protocolo médico, a lo que yo respondí: “yo no voy a ponerme la anestesia” … esto obviamente llamó la atención de la enfermera, que se quedó mirándome como extrañada y sólo acató a decir que de todos modos informaría al anestesiólogo para que lo hablara conmigo. Para cuando llegó el médico anestesiólogo, habían pasado varias contracciones que pudimos sobrellevar gracias al aprendizaje que tuvimos en las sesiones con la Doula, que nos enseñó un masaje y presión localizada en mis caderas, que ayudaban a atenuar el dolor. El médico anestesiólogo escuchó con atención nuestra posición al respecto y comentó que lo que hacía mi esposo era similar al trabajo de la anestesia, nos dio una mirada entre la sorpresa y admiración, y se fue. Dos horas más tarde ya estaba en 9 cm de dilatación y las enfermeras tuvieron que llamar al doctor para que llegara cuanto antes pues el bebé estaba por nacer. Le dijeron: “Si usted quiere recibir este bebé, tiene que venirse ya para acá”. No imagino la reacción del doctor al recibir la llamada, pues éste le había comentado a mi esposo en la llamada que le hizo en la madrugada (alrededor de las 3 am), que él llegaría hacia las 9 de la mañana a la clínica, según los cálculos que hacía. Cálculos que seguramente eran resultado de la experiencia de acompañar partos con los protocolos establecidos por las clínicas en los que se usa la epidural y la oxitocina para controlar el momento del parto. Tal vez alterar la planeación de su día, no fue nada agradable para él, pues lo primero que hizo al llegar y verme, fue regañarme por no haberme acogido a los protocolos. Él no entendía por qué no había querido dejarme poner la anestesia cuando “eso ya estaba inventado” y ayudaba con el dolor. Yo, en ese momento, sentí que ya había hecho mi trabajo y que no me iba a enganchar en una discusión (las palabras de Piedad, mi Doula, estuvieron presentes) y le respondí que si él quería hacérmela poner que yo ya no tenía ningún inconveniente (uno se pregunta si era realmente necesario para ese momento la aplicación o si servía a otros intereses). Así que el anestesiólogo de turno me puso la epidural e inmediatamente pasé a la sala de parto. Ya en este momento mi hijo estaba listo para salir y yo me sentía preparada para ayudarlo, habiendo hecho lo que estaba en mis manos.

En la sala de partos estábamos todos, incluido mi esposo. Ciertamente, no es un escenario físico que a uno le guste recordar, no hay una estética de recibimiento. La sala solo te transmite deseos de salir rápido de allí; es fría, tiene demasiada luz, el olor a medicamentos no es agradable. Lo que te remite es a hacer la tarea para salir rápido de ella, además de tener tanta gente alrededor mirando. Bueno, de ese momento quisiera recordar dos instantes, uno cuando el doctor alza las tijeras para hacer el corte de la episiotomía porqué fue un momento angustiante… ya que no me lo esperaba, había leído al respecto pero nunca lo hablamos con el médico… Yo en ese instante miré a mi esposo con susto porque no quería que sucediera. Mi esposo, al ver mi gesto, entendió lo que pasaba por mi mente y me contestó, también gestualmente, pidiendo que soltara y que dejara ir mi conmoción. Yo así lo hice, y mi hijo nació, y claro, eso hace que uno olvide varias cosas.

Desde la literatura académica que se puede encontrar sobre el acompañamiento médico en el parto, se encuentran varias voces que cuestionan la forma medicalizada que se ha instituido en dicha atención. Wagner en el I Congreso Internacional de Parto y Nacimiento en Casa que se lleva a cabo en el año 2000 (es decir hace 22 años!!), señala que la episiotomía no es necesaria en más del 20% de los casos y que la misma puede causar más sangrado, dolor y hasta disfunciones sexuales posteriores. Según sus palabras: “Por todas estas razones, realizar demasiadas episiotomías ha sido correctamente etiquetado como una forma de mutilación genital de la mujer. El índice de episiotomías del 89% en España constituye un escándalo y una tragedia.” (p. 1).

Para autores como (Gómez Abero, A.M.; Díaz-Jiménez, D; Somavilla Luengo, C, 2019) “El parto en el hogar en mujeres de bajo riesgo se muestra como una opción segura para su salud y la de sus hijos, con menor riesgo de episiotomías, partos instrumentalizados, cesáreas y una mayor tasa de partos vaginales. Así como disminución de estados de ansiedad y depresión durante la gestación en comparación con el ámbito hospitalario.” (p. 12). Además añaden que se encuentra que hay menos probabilidad de que el bebe nazca de bajo peso, prematuridad e ingreso a unidades cuidados intensivos.

El otro instante que tengo de recuerdo es cuando toman a mi hijo para limpiarlo y él llora incesantemente, y entonces yo lo llamo por su nombre, Jacobo, y mi bebé para de llorar. Reconoce mi voz, o el tono o el timbre que ha venido escuchando durante los últimos meses en mi útero, y cesa de llorar como esperando escuchar nuevamente la voz que reconoce. Este último recuerdo es el más bello que tengo de ese momento en la sala de partos.

De esta experiencia sólo me quedaron las ganas de hacer un parto completamente distinto para mi segundo hijo y esa es la historia que les contaré en mi siguiente podcast.

Referencias:

  • Gaskin, I. M. (2003). Ina May´s Guide to Childbirth. New York: Bantam Dell/Random House, Inc.
  • Wagner, M. (2000). El nacimiento en el nuevo milenio. En Ob Stare (Comp.). I Congreso Internacional de Parto y Nacimiento en Casa (pp. 11-28). Jerez de la Frontera: Ob Stare. Consultado el 15-1-10. [En línea]. Disponible en: http://www.instintomaternal.com/es/contenido/?iddoc=417
  • Gómez Abero, A.M.; Díaz-Jiménez, D; Somavilla Luengo, C. (2019). Parto en casa versus parto en el hospital. Revisión bibliográfica de literatura actual. SANUM Revista Científico-Sanitaria, 3(3):6-15. https://www.revistacientificasanum.com/pdf/sanum_v3_n3_a1.pdf

3. ¿Quién habita en mi interior?

A la medicina moderna no le gusta la imaginación de las madres. Prefieren hacerles ver imágenes “reales”. Este planteamiento de Marie Bertherat, de su libro “Con el consentimiento del cuerpo” nos deja preguntas a las mujeres que vivimos la  experiencia del embarazo… y también nos deja una invitación.

Para mi cuarto mes los malestares del embarazo habían desaparecido y yo ya me encontraba más tranquila y más bien curiosa por mi estado. Mi madre había comprado felizmente varios libros sobre el embarazo y me los había regalado. Exceptuando el de Desmond Morris, que trae unas fotografías de niños maravillosas y relatos comparativos entre especies y culturas, los demás libros eran manuales descriptivos sobre todo el desarrollo del feto mes a mes y lo que podría esperarse de síntomas para la madre.
Intenté leer uno de ellos, pero la verdad no pude pasar del primer capítulo. Yo sentía que hacer el recorrido tan descriptivo del desarrollo biológico no me brindaba pasión, curiosidad, interés… y por el contrario me parecía monótono, árido y desaliñado. Recuerdo que pensaba que quería leer algo que inspirara mi imaginación, que me hiciera volar, que alimentara la magia que se estaba dando. Fue así que llegó a mis manos, a través de la compañera (un angelito) la que me recomendó el ginecólogo, el libro “Con el consentimiento del cuerpo. Diario de una mujer embarazada” de Marie Bertherat. Apenas tuve el libro en mis manos comencé de inmediato a leerlo, interesada en encontrar una compañera de viaje. De esta manera conocí a Marie, a Paulie y a Therese. Estas tres mujeres que desde sus narraciones me ayudaron a entender, a sentir y aceptar las vivencias que se me presentaban: Marie a través de su narración de las vivencias mes a mes del embarazo, sus percepciones frente al servicio médico y los miedos que afloraron durante todo el proceso. Paulie, desde su sabiduría como partera que da consejos a Marie; y Therese (mamá de Marie), en su acompañamiento como madre y como terapeuta del cuerpo que reconoce el poder y potencial que tiene cuando logramos escucharlo. Muy recomendado para acompañar el proceso.
Además de Marie, Paulie y Therese, también tuve la fortuna de encontrarme con Piedad, una Doula, cuyo acompañamiento fue emocionante y que durante todas las sesiones de un proceso de preparación al parto incluyó a mi pareja. Como no se trata de narrar las sesiones en sí, voy a rememorar los momentos que fueron significativos. Recuerdo que, para una de las sesiones, en el momento en que me pedía que le contara sobre mis vivencias, le comenté sobre una situación que me parecía particular en ese momento. Le dije que estaba sintiendo que el nene se me acomodaba a veces muy atravesado sintiendo que me tensaba mi barriga lo que me ocasionaba dolor,… me acuerdo que le conté que lo que hacía para remediar la cosa era sentarme y comenzaba a masajear la barriga pidiéndole al bebé que se volviera a acomodar. Andaba ya por el quinto mes y Piedad con su suavidad me comentó que no se trataba del bebé. Se trataba de mi útero que se estaba preparando… si, preparando, ejercitando sus paredes a manera de pequeñas y parcializadas contracciones. Estas contracciones parciales son las conocidas (por pocos…) como contracción Braxton (busquen en internet)… jajajaja; y realmente fue buenísimo este descubrimiento porque Piedad me aconsejó cómo enfrentarlas, así que en lugar de tensarme y acariciar mi vientre, debía era hacer una respiración profunda, buscando relajarme. De esta manera las contracciones duraban menos tiempo y dolían poco. Otro evento que me quedó grabado fue su insistencia en el momento creativo que significaba la gestación, para lo cuál siempre las sesiones tenían un espacio de manualidades y terminaban con un ejercicio de visualización. Fue así que, mi esposo y yo, construimos el primer móbil para mi nene en origami, ¡¡que disfrutó muchísimo durante sus primeros meses de vida… y fue un orgullo para nosotros verlo gozando de lo que habíamos construido los dos para él!!
Pero, tal vez, el mayor aprendizaje que recibí de Piedad fue su consejo sobre el parto. Para este momento de mi embarazo (2010), yo ya había investigado sobre las formas de parto, había visto el documental “The business of being born” en el que se hace una crítica al sistema gringo de partos en hospitales, evidenciando lo que llaman el “coktail” de hormonas para atender y controlar el parto, donde la madre no tiene mucha voz en cómo desea parir versus las experiencias de algunas familias que deciden tener su parto natural en casa. Además yo había tratado de contactar a una organización en Bogotá que hacía partos en el agua y en casa. Ilusionada con esta forma de parir, le pregunté a ella si conocía a alguna partera que pudiera ayudarme a tener mi hijo en casa …..a lo que ella respondió de forma espontánea y tranquila “yo la verdad no conozco una partera que yo te pueda recomendar, además pienso que debemos reconocernos como personas nacidas y criadas en una cultura particular; hay varias parteras que trabajan en sus comunidades y acompañan desde esos conocimientos y formas de ser. Pero su conocimiento está inscrito en una cosmología particular y ella no se atrevió a sugerir que experimentara mi parto así. Sugirió que lo mejor era tratar de hacer lo que estaba en mis manos para que al llegar al hospital, pudieran ayudarme con el resto. La idea, me dijo, es que trabajes en los ejercicios que hemos practicado, hagas tus visualizaciones, tu trabajo de respiración para que logres llegar a una dilatación de 8 cm desde tu casa y, entonces, en ese momento salir para el hospital. Una vez allí piensa que la gente está para ayudarte, que ellos saben hacer su trabajo y a la vez, piensa que tu haz hecho el tuyo.” Creo que fue la lección más atinada en ese momento, la que siento que me empoderó para mi momento de dar a luz.
En la literatura académica son pocos los estudios en latinoamérica que muestren los beneficios del parto natural en casa. En países como España, el tema ha ido cobrando interés y logré encontrar dos interesantes artículos que hacen una revisión bibliográfica con el fin de encontrar evidencia científica de las ventajas del parto en casa versus el parto en el hospital. Ambos estudios coinciden en que no se evidencian altas tazas de morbimortalidad de maternas y neonatos en los partos en casa, siempre y cuando sean embarazos de bajo riesgo; también que hay menor riesgo de episiotomías, partos instrumentalizados y cesáreas; y que se encuentra que el parto en casa favorece el nacimiento vaginal (Gomez, A.M., Diaz-Jimenez, D. & Somavilla, C., 2019; Martínez, E., Manrique, J., García, M. A., Martínez, P., Macarro, D. & Figuerol, M. I., 2016). SI les interesa saber sobre estos estudios, pueden encontrar sus referencias en la página web de la vida como escuela, descargando los textos del podcast.
En la actualidad, según algunas noticias, es una tendencia que se viene acogiendo dentro del círculo de mujeres de varios países, inclusive Colombia, que buscan una opción menos intervenida, más íntima y emocionalmente placentera de su experiencia de dar a luz (Torres, 2018; Montaño, 2021).
En mi caso, tomé la opción de hacer mi primer parto en el hospital con las recomendaciones que me hizo la Doula. Pero ese es el relato que les contaré en el siguiente capítulo.

Referencias:
– Brung, O., Bertherat, T. & Bertherat, M. (1990). Con el consentimiento del cuerpo. Argentina: Paidós.
– Epstein, Abby. (Directora). (2008). The business of being born [Documental]. International Film Circuit (Distributor).
– Torres, M. P. (2018). Parteras en la ciudad, una tradición en auge y que se transforma. RCN Radio. https://www.rcnradio.com/recomendado-del-editor/parteras-en-la-ciudad-una-tradicion-en-auge-y-que-se-transforma
– Montaño, M. X. (2021). Parir dignamente en Colombia: una necesidad. Pesquiza Javeriana. https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/parir-dignamente/
– Gomez, A.M., Diaz-Jimenez, D. & Somavilla, C. (2019). Parto en casa versus parto en el hospital. Revisión Bibliográfica de literatura actual. SANUM Revista Científico Sanitaria, 3(3):6-15. https://www.revistacientificasanum.com/pdf/sanum_v3_n3_a1.pdf
– Martínez, E., Manrique, J., García, M. A., Martínez, P., Macarro, D. & Figuerol, M. I. (2016). Parto en casa versus parto hospitalario. Revista Metas de Enfermería, Vol. 19, Nº. 6.

2. En busca de guía

Como madre primeriza, en aquel momento, no fue fácil encontrar un doctor que quisiera entrar en relación conmigo para acompañar mi embarazo y parto. Creo que el sistema de salud tampoco ayuda pues estipula unos tiempos estrictos de atención que no permiten que en una relación paciente-terapeuta se pueda desplegar aquel espacio de no-tiempo de la cercanía entre dos seres humanos. Trayendo la voz de un artículo de la Revista de Ginecología y Obstericia de México, publicado en el 2009, titulado: “Bases emocionales de los trastornos procreativos en la vida de la mujer” comenta que:

“[…] quizá, gran parte de las dificultades que tiene el médico para ver al ser humano como totalidad, derivan de la circunstancia de que al estudiante se le enseña, muy antes de una persona, la presencia de un cadáver en cuya relación los afectos, las emociones, el ambiente que rodea al ser humano, etc. no se toman en cuenta. Esto, como es lógico, trae consigo en la mentalidad del estudiante y del futuro médico, cualesquiera que sea su especialidad, una manera de enfrentarse al problema que los psiquiatras designamos como «técnica de aislamiento». Entonces, es así como en función de esta técnica, ulteriormente el médico aprenderá a reprimir sus emociones, sus sensaciones, sus intereses y su «ser humanidad» enfrente de la «propia humanidad» del paciente.” Santiago Ramirez.

¡¡¡Durante el primer trimestre estuvimos con mi esposo en la tarea de conseguir un ginecólogo-obstetra que me acompañara –entiéndase se bien “acompañara- en mi proceso, ya que el ginecólogo de turno me había dado unos cuantos sermones acerca del control sobre mi cuerpo, de los métodos anticonceptivos, una charla más salida de cartillas, protocolos y procedimientos que poco invitan a la curiosidad y expectativas del momento!!! Esa distancia y falta de conexión hizo que buscara otro especialista por recomendaciones de la familia. Así que con mi esposo agendamos la cita con el obstetra más recomendado en mi ciudad… bueno, en ciertos círculos y gracias a la posibilidad que daba la salud prepagada de escoger el médico. Así llegué donde este renombrado doctor, estudiado en el exterior, y me hizo tres preguntas antes de darme su veredicto. ¿Cuál es tu nombre? (Parece que la secretaria no le había dado esa información), ¿Cuántos años tienes? (35) y ¿ Es tu primer embarazo? (Si). Él, muy atento, anotó (¿TODO?) en su computador y una vez terminada esta entrevista tan estructurada y completa nos dijo: “Hay que ir escogiendo la fecha de la cesárea”. CESAREA! ¿¿Oía bien?? Yo me quedé por un momento impávida y luego pregunté ¿Dr. Porqué cesárea? Y el muy tranquilo respondió “Es que es un embarazo de alto riesgo”. ¿¿ALTO RIESGO??. Y que además el papá era grande y yo era chiquita. No preguntamos nada más. Nos mandó una ecografía. Agradecimos, salimos de ahí y nunca más volvimos. Me puse en la tarea de buscar otro médico que fuera pro parto natural y menos mal di con una compañera de trabajo que había tenido a su bebé a la misma edad mía y por parto natural. Ella me dio el nombre de su médico y así me puse en contacto con él. Muy atento también el Dr. y, al igual que el anterior, me hizo la entrevista usual con el computador en medio de los dos. Cuando le pregunté por qué el otro médico me había sugerido en mi primera cita la cesárea, éste me comentó que en el servicio de salud prepagada el 80, sino el 90% de las mujeres solicitan una cesárea. Yo no dije nada, simplemente lo escuchaba, pero luego insistí en el por qué la justificación del anterior médico habría sido la edad ¿?.. Ya estaba la sembrada esa semillita de duda, y éste respondió que tal vez se había apresurado en su concepto pues había que tener también en cuenta la forma de vida de la mujer, si hacía deporte, cómo se alimentaba, para acercarse a plantear la necesidad de una cesárea. ¡¡Así que sus palabras me tranquilizaron porque en esas categorías yo si estaba… más allá de solamente ser una mujer mayor de 30 años y chiquita!! ¡¡¿¿Duro no??!! ¡¡Pensar que se llega una edad en la que empiezan a existir sentencias sobre tus futuras experiencias sin darle lugar al otro de aparecer con su dinámica de vida…!! Ahora que lo pienso, me da rabia no haberlo confrontado en ese momento… pero qué iba a saber yo sobre el tema; era mi primer embarazo y a pesar de saber que quería una experiencia natural… siempre está uno con la inquietud de no saber si todo va a salir bien y de querer que sea otra persona la que le ofrezca seguridad. Así, que para ese momento mi carácter rebelde me sirvió para salir huyendo de allí en la búsqueda de otro profesional.

Según el médico Cristian Javier Hernández-Espinoza (2019) “la cesárea es un procedimiento quirúrgico que contribuye a mejorar la morbimortalidad en mujeres con embarazos de alto riesgo que requieren dicha intervención […] Se estima que la proporción de embarazos que necesita cesárea por motivos médicos es solo del 10-15%, pero, para el año 2018 en el 60% de 169 países estudiados por la OMS y Unicef se encuentran cifras mayores a esta. En ese mismo año Latinoamérica se consolidó como la región con mayor proporción de cesáreas con 44,3% de los nacimientos, siendo República Dominicana el país líder, no sólo latinoamericano, sino también mundial con 58,1%; Brasil el país líder sudamericano con 55,5%, y Colombia el cuarto país en Sudamérica con 45,9% de porcentaje de nacidos vivos por cesárea.” (p. 10)

Este dato sobre la realidad de los partos en un momento como el de entonces (2010) y en un país como el nuestro lo que parece hacer es construir una realidad sobre la forma de parir. Y yo que busca otra opción distinta parecía como el bicho raro que no concuerda con el grupo. Claro, me refiero al grupo social que tiene la opción de escoger el parto y no el que le impone la institución de salud. Menos mal que hemos ido avanzando en Colombia en relación al derecho por el parto humanizado. Pero ese es otro tema que podremos conversar en otra ocasión. Los invito a seguir la historia en el siguiente capítulo.

Referencias
– Ramírez, Santiago. Bases emocionales de los trastornos procreativos en la vida de la mujer. Revista de Ginecología y Obstericia de México. 2009; 77(1):34–41.
– Hernández-Espinosa C. La epidemia de cesáreas como limitante del
parto humanizado. MÉD.UIS.2019;32(1):9-12. doi: 10.18273/revmed.v32n1-2019001

1. La Noticia

“No es poca cosa sentir en nuestro cuerpo la presencia de un cuerpo extraño. Deseado, amado, soñado, pero sin embargo extraño. Para habitar este cuerpo de dos hay que tomar conciencia de la profundidad que existe tras la fachada. Para sentirse más estable, menos vulnerable, hay que reunir el ser entero. Para estar disponible a la vida de ese otro minúsculo, hay que estar disponible a las propias sensaciones.”

Brung, Bertherat y Bertherat, (1990)

Con el consentimiento del cuerpo- Diario de una mujer embarazada

Me gustaría comenzar contándoles que soy de la generación que fue criada con la idea de ser profesional, ante todo, es decir, con la creencia de que hacer una carrera universitaria era un camino para salir adelante. Estudié, además, en una universidad pública que exacerbó mi racionalidad y mi deseo de formación, empujándome a continuar el camino con un postgrado en el exterior. En ese entonces, el ser esposa o madre no era ciertamente un plan a seguir. Recuerdo de niña haber jugado a ser mamá y hasta fotos tengo con cochecito paseando al bebé. Fui además hermana mayor y también recuerdo haber jugado a bañar y cuidar mi hermana menor (con 4 años de diferencia). Sin embargo, ni en mi adolescencia ni en mi temprana juventud recuerdo haber tenido como ilusión el casarme o ser mamá, tampoco recuerdo que hayan sido metas muy valoradas y deseadas por mis padres en esta época. Se me vienen frases que alentaban más una perspectiva de independencia económica a partir de la propia profesión: “no se puede depender de un hombre para vivir, mire lo que le paso a fulanita… es mejor estudiar para “ser” alguien en la vida, estudiar para “salir adelante”…. Pensar en novio o casarse mejor cuando haya hecho su posgrado.

Así, en este largo camino el tiempo pasó, el estudio que había sido prioridad fue superado y la idea de la maternidad pasó de ser negada y temida a añorada y deseada; claro después de un largo proceso que no compete ahora contar, pero del que puedo decir me permitió un encuentro amoroso (no batallado) y “femenino” (tierno) con un hombre. Pienso que fue este encuentro el que permitió que aflorara en mí el deseo de ser mamá, y no como una reivindicación del poder y responsabilidad de ser mujer frente al del hombre. (Bueno, creo que a veces caigo en esta dinámica de lucha…) El caso fue que con mi pareja decidimos “encargar” y la vida nos respondió con su infinita bondad. Claro que esta bondad para una mujer que se esforzó por construir cierta rudeza frente a la vida, no es tan fácil de asimilar… así que después de hacerme todos los exámenes que rectificaran y evidenciaran la revolución que acontecía en mi interior, fui presa del
pánico…. y no fui capaz de contar a nadie la noticia, ni a mi madre, ni siquiera a mis hermanas.

Para algunos autores de la literatura académica la psicología de la mujer en embarazo puede ser conceptualizada de manera paralela con el modelo médico trimestral. En el primer trimestre la madre al igual que el padre, deben aceptar la realidad del embarazo. A partir del momento que la concepción es confirmada, la mujer embarazada es madre;; esta modificación fisiológica va llevar tanto a la mujer como al padre y su entorno, a reorganizaciones psíquicas irreversibles, especialmente en la cultura actual en la cual <<la madre debe brindarle a su futuro bebé los mejores cuidados, a mostrarse feliz y orgullosa de estar embarazada>>. Todo esto no le permite a las mujeres expresar ningún tipo de sufrimiento. La mujer vivencia modificaciones corporales y diferentes síntomas debidos a factores hormonales y emocionales. Para Brazelton y Cramer (1993), el primer trimestre consiste en la aceptación de la noticia del embarazo por parte de la pareja, ya que dejará de ser una relación de “uno a uno” para convertirse en una trinidad.

A mi pareja le pedí que se guardara la noticia hasta que me sintiera cómoda para compartirla, él no estuvo muy contento al respecto… no sé cómo se las arregló para contener su emoción. Pasado un tiempo, no prudencial, no hubo escapatoria y la familia se enteró. Yo no estaba muy contenta por la atención que generaba (no he podido nunca ser centro de atención, eso se lo dejaba a mi hermana menor), trataba de proseguir con mi vida común y corriente. Sin embargo, todas las dudas frente a mi competencia como futura madre surgían de una mente racional embalada por los conocimientos sobre el desarrollo humano que había adquirido durante mis estudios de psicología…. El caso fue que esos primeros meses fueron difíciles, por el proceso de asumir ese deseo hecho realidad… que se manifestó físicamente: muchos mareos (el vaivén de las dudas, ¿tal vez?) y alguno que otro vómito mañanero (¿la dificultad de integrar la noticia?) …. Pero lo que tal vez fue más diciente en este trimestre fue la sensación constante de un sabor amargo en la boca (¿el sinsabor de no estar suficientemente preparada para ser madres?) y la imposibilidad de soportar cualquier olor a comida cocinándose a pesar de que mi apetito iba en aumento.

Mi inicio en la maternidad estuvo lleno de incertidumbre, de sensaciones físicas y temor frente a la tarea que me esperaba.

Referencias
– Brazelton, T. y Cramer, B. (1993). La relación mas temprana. Barcelona: Paidós Iberica.
– Brung, O., Bertherat, T. & Bertherat, M. (1990). Con el consentimiento del cuerpo. Argentina: Paidós.